Leaving on a jet plane

martes, 25 de febrero de 2014

Del otro lado de la barra.

Hoy te recuerdo, hoy pienso en ti y le doy un trago a la botella de agua que recibí en la terminal justo antes de comenzar a escribir. Sabes, siempre reconozco a quienes en otras vidas me han marcado, lo malo de esto es que nunca recuerdo si es la marca de una dulce caricia o una cicatriz. Pero sea lo que sea, si te reconocí de esa manera aquella tarde gris en que te volví a ver es porque en algún punto de aquellas vidas sonreí por ti.

Hoy vi tu nombre y eso me bastó para sonreír, de la misma manera en que se sonríe después de que un perro ha mordido tu barbilla… con dolor, y aunque a veces te recuerdo con la misma sonrisa que me invade cuando me siento feliz, siempre me interrumpe aquella desilusión. Aun me dueles y no es porque mi alma necia no te deje ir, hace mucho tiempo te solté, pero así soy yo, amo con los nudillos, con los dientes, con las uñas, con el pensamiento, y el dolor que se recuerda con una canción, con un aroma, con algún rincón en alguna ciudad, es el que se queda y vive para siempre aquí; “eres una persona melancólica” dijiste aquella noche del otro lado de la barra y yo me quedé mirándote dos segundos, imaginando que en otra vida te respondí con un beso, tal vez hice un gesto, no lo recuerdo. Y le doy otro trago a la botella de agua, deseando que fuera ron y pienso que quizá nunca exististe y sólo te inventé en mis sueños más lúcidos, que tal vez esa noche tirados en un colchón en la sala de aquel departamento escaso de muebles, cuando llevabas una playera amarilla que odié y amé, sólo era yo, echada ahí mirando tu espejismo ansioso e imaginando lo que pudieras decir, o aquel amanecer tendidos en la azotea de la que fue tu casa, cuando derramaste tu bebida no sé cuántas veces y me enredé en una colcha con mis nervios, me fui un momento antes de que decidieras trepar por la ventana para ver salir el sol; probablemente el día que se nos oscureció el asta bandera sobre las rocas, frente a las fuentes y terminamos sentados en el puente mirando el río, fui yo viendo morir el día, sola con mi fantasía, y los días 11 de aquel mes frío, tibio y melancólico en el que naciste, sí los pasamos juntos pero fueron más fríos que tibios, y no fuiste tú quien me dijo “te amo” cuando tenías a alguien más y no fui yo la que no pudo responder, no fui yo quien evitó mentir o decir la verdad; quizá nunca aventé mi corazón a las vías del tren por ti y no aposté esperando perder desde un principio y no te amé a pesar de que el viento jamás estuvo a favor, y sí me importó el riesgo, y cerré puertas y ventanas para no verte nunca… invariablemente.  Y por ende no soy yo la que trata de escribir hoy que ya no quiere nada, que aquel para siempre no lo es, que ya no lo siento, que te quiero fuera porque esas pocas canciones, el escaso aroma, los unos cuantos rincones de esta ciudad me van a trasladar no a esos momentos que tal vez jamás existieron si no a los que viven hoy y me hacen comprender menos a esta mente insensata e imprudente que siente necesario archivar en lo más profundo de mi ser las memorias de mis nostalgias del pasado.

Qué te puedo decir, soy una necia alma sin descanso que se ha enamorado frenéticamente, o simplemente se ha enamorado, que amar sin frenesí no es amar.


http://historias-irrelevantes.blogspot.mx/2013/05/antes-del-amanecer-del-atardecer-al-anochecer



Elba González. Marrujo.