Leaving on a jet plane

martes, 26 de marzo de 2013

Sexualidad, valía y gastritis

La diferencia hoy la hace el hecho de que no tengo nada en mente, sólo sé que necesito escribir.

La vi, hubiese parecido que no nos veíamos hace más de un año, pero con trabajo hacía un mes, cosa que no era rara cuando aun residía en esta ciudad, el detalle era que sentí la distancia muy cerca, sonará raro, quizá no se entienda pero, así fue, cuando supe que se iba sentí como algunos sentimientos se volvían azules pero tranquilos, siempre tranquilos, la distancia no es amenaza, nunca lo será. Cuéntame todo, fue su actitud, y terminó confesándose ella más pronto de lo que yo pude gesticular una palabra reveladora. Entre pláticas y juegos, risas y gestos de enojo completamente falsos acompañados de golpes pequeños, y entre momentos de seriedad, hablamos de sexo o mejor dicho, sentimientos sexuales; pronto alega que si termina su relación cambiará de sexualidad, cosa que, más rápido de lo que pude imaginarla en cierta situación, le hice ver que es totalmente improbable. Es curioso, la mayoría de los humanos gritan lo mismo justo después de salir de un noviazgo, "Desde hoy soy gay!", "Me declaro buga", etcétera. A mi no me pasa, ni me pasará jamás, algunos entenderán y si no... da igual. Yo soy del porcentaje que cuando acaba de salir de una relación amorosa, (en mi caso sería de un fiasco, desastre, tormento, o cuento de hadas sin sentido) decide ser asexual, y lo quiero con todas mis fuerzas y lo grito al interior pero obviamente nunca sucede, es como uno de esos momentos en que lucho contra mi mente por acabar con la enfermedad de los sentimientos y logro controlarlo, solo que en el caso de la sexualidad, no llego ni a la esquina de la imaginación, jamás podré ser asexual (aclarando a aquellos que creen haberlo logrado, la abstinencia no significa asexualidad).

En fin, el día no podía ser más perfecto. Aun cuando mi mañana fue depresiva, verán, tuve la mitad de uno de esos episodios en los que casi casi siento que todo flota alrededor de mi y el suicidio comienza a tener sentido, en que no entiendo qué hago o para qué, pintaba para ser uno de esos días (One of those days). De regreso a casa, sabía que sentiría eso de nuevo, entonces me dije a mi misma que si me iba a deprimir tenía que hacerlo propiamente, entonces me detuve en un oxxo y compré chatarra (antes la palabra chatarra para mí era de uso exclusivo para la basura en el espacio, no me juzguen, o bueno sí), llegué a casa y saqué la última película de mi colección que no había visto y me dispuse a verla, el tipo con el transplante de corazón que tiene sed de venganza ajena. Terminó y heme aquí.

Llevo un par de horas con sus palabras revoloteando en mi mente. Para ella en esta temporada Dios me iluminó, después de expresar eso, me advirtió. Y yo me quedé suspendida en ese momento.

¿Cómo puede alguien valorar a otra persona que realmente no tiene valor para sí? Es válido, ¿No?

Es válido que no te valoren, el secreto está en detectar tu propio valor para ese alguien más y saber retirarse a tiempo, es un consejo que probablemente yo nunca tome porque siempre voy por lo que quiero, no me voy sin dar guerra... si lo quiero. Ahora me retiro porque tengo que solucionar un problema de gastritis.

viernes, 15 de marzo de 2013

Solía cerrar los ojos y abrir la mente hasta implosionar, solía vivir, morir… resucitar.


Había decidido otra vez vivir en soledad, pasados algunos meses de tener compañía, de convivir prácticamente en familia, decidió irse. Era Febrero del 2013, a mediados, encontró una casa un poco retirada de los rumbos donde había habitado durante 7 años, independientemente de que no hubiese tenido otra opción, era tiempo de cambiar. Desde el momento en que vio la casa la sintió parte de sí y al ir acondicionándola poco a poco se sintió en armonía. No había nada en su mente, solo seguir viviendo, avanzando como el alma solitaria que durante tantos años había sido. Por azares del destino comenzó a frecuentar a ciertas personas que estaban en las orillas de su vida y se dispuso a disfrutarlo, era obvio el cambio, era fresco y libre, era el inicio de una nueva temporada en la historia de su vida. Por una semana o más, sus días consistían en salir de casa para trabajar en pendientes académicos y al mismo tiempo convivir, platicar, aprender, y sin pensarlo, analizar otra parte de la humanidad; sus noches seguían siendo iguales, llegaban las diez de la noche y salía en el coche a recoger empleados para llevarlos a su trabajo (el casino, la misma plaza de siempre) escuchando conversaciones sin sentido, otras rompehielos o rompe silencios incómodos… los cuales generalmente, para Ella, eran más cómodos que las conversaciones. 

Estando en la plaza se encargaba del mismo casino, lidiaba con Hostess, cajeros, intendentes y jefes de piso; ellas siempre bañadas de empalagosos perfumes que no toleraba y ellos (a excepción de unos pocos con actitud de hombre caballeroso) con la despreocupación cotidiana y sus comentarios graciosos provenientes de una confianza que no se les había permitido, pero era cosa que les pasaba desapercibido y al final de cuentas a Ella también. En menos de media hora repartía rutas y a rodar de nuevo. Más tarde arribaba al hotel donde se encontraba con las personas más impacientes, pues era ahí el punto principal para transbordar, la pesadilla de cualquier pasajero. Después de terminar la ruta asignada en este último punto, se dirigía hacia alguno de los restaurantes o bares y, si todo salía de acuerdo al plan, con eso terminar.

Las noches no cambiaban, los días se volvían distintos, el inicio de la nueva temporada era muy prometedor, la enfermedad de los sentimientos estaba en paz, tranquila, y su mente se enfocaba en otras cosas, seguía entrenando, esporádicamente al principio por cuestiones de adaptación. Había decisión, voluntad, ganas de vivir y lo que le quedaba de corazón estaba como roca, sometido por el poder de la mente. Había logrado una vez más llegar al punto de equilibrio exacto para la tranquilidad, después de dos años de no saber lo que era eso, exactamente 24 meses, la última vez que lo había sentido fue en Febrero del año 2011. Y desglosándolo de esa manera, le quedaba claro que debió verlo venir, se dice que después de la tormenta llega la calma, pero para Ella… la calma invariablemente antecedía tempestad. Paz mental, era todo lo que anhelaba pero nunca lo decía para no sonar ingenua.

Era una sola, estaba en una pieza, como anestesiada, entumida, a veces se sentía en piloto automático, pero andaba por la vida como si no le importara, había terminado de leer por fin aquel pendiente que le quedó hacía ya más de seis meses y la tenía en espera, y empezado el siguiente libro estaba decidida a seguir la travesía interior necesaria para lograr su misión en la tierra, que de momento no podía explicar lo que era, sólo sabía que lo sentía en cada parte del cuerpo, en cada pliegue.

Solía cerrar los ojos y abrir la mente hasta implosionar, solía vivir, morir… resucitar.